"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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21-07-2013 |
Uruguay
El derecho a la pereza
Estas miserias individuales y sociales, por grandes e innumerables que sean, por eternas que parezcan, desaparecerán como las hienas y los chacales ante la proximidad del león, cuando el proletariado diga: "Yo quiero que terminen". Pero para que tome conciencia de su fuerza, el proletariado debe aplastar con sus pies los prejuicios de la moral cristiana, económica y librepensadora; debe retornar a sus instintos naturales, proclamar los Derechos de la Pereza, mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos Derechos del Hombre, proclamados por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se limite a trabajar no más de tres horas por día, a holgazanear y comer el resto del día y de la noche.
Antes de aclarar de donde proviene la cita anterior, digamos que esto se nos ocurrió a partir de la polémica que provocaron los dichos de Mujica en España: No nos caracterizamos por matarnos en el laburo. Nadie se muere por exceso de trabajo, pero no es un país corrupto, somos un país decente. Esta seriedad nos ha dado credibilidad en el ámbito internacional”.
Los políticos blancos y colorados han salido a pegarle a Mujica por haber dicho semejante barbaridad. Lo que diga este personaje no es el tema, y tampoco la "credibilidad" que pueda tener un "país decente". Lo que nos interesa acá es esta tontería de escandalizarse por decir en España lo mismo que ellos dicen todos los días en Uruguay. Recordemos por ejemplo al Quky cuando estaba de presidente hablando de los funcionarios públicos: "Ellos hacen como que trabajan y yo hago como que les pago".
El discurso que habla de la "haraganería" del pueblo es simplemente el discurso burgués corriente, el que reclama, precisamente, que el trabajador se mate por exceso de trabajo mientras el capital acumula. Es el discurso tradicional de nuestras clases dominantes. Parece ser que está bien decir eso acá, quejarse de la haraganería de nuestros trabajadores, pero es poco conveniente andar diciendo eso cuando se va a ofrecer al capital transnacional esa fuerza de trabajo como recurso explotable y super-explotable.
Eso es todo el problema, para ellos. No se puede salir a vender una mercancía (la gente considerada como mercancía) y andar haciendo públicas las quejas por la falta de calidad de esa mercancía, eso habrá que arreglarlo pero en la trastiendia, no es un tema para plantearlo en el mostrador y que el comprador se entere de los problemas que tiene "eso" que le queremos vender.
"Quiero recuperar con toda su fuerza la influencia del clero, porque cuento con él para propagar esa buena filosofía que enseña al hombre que está aquí para sufrir, y oponerla a esa otra filosofía que dice al hombre lo contrario: 'Disfruta'".
Con esta frase de Thiers comienza el texto que hemos citado, que, dejémonos de misterios, es "El derecho a la pereza", de Paul Lafargue, yerno de Marx por parte de Jenny. (Parece que el viejo nunca quedó muy conforme con que su nena se fuese con un frachute, pero así es la vida). Se lo puede
obtener del Marxist Internet Archve, aquí:
http://www.marxists.org/espanol/lafargue/1880s/1883.htm
Nos informa Wikipedia que es un ensayo habitualmente considerado utópico... realiza una critica marxista del sistema económico nacido del capitalismo, cuyo desarrollo, concluye, desembocaría en una crisis de superproducción, causa de paro y miseria entre la clase trabajadora. Lafargue propone alcanzar, mediante la generalización del uso de las máquinas y la reducción de la jornada laboral, el estadio de los derechos del bienestar con el que culminaría la revolución social y cuya sociedad puede consagrar su tiempo a las ciencias, el arte y la satisfacción de las necesidades humanas elementales."
Y agrega luego Wikipedia:
"Tras la Revolución rusa y con el auge del pensamiento partidario de las políticas soviéticas del productivismo, que es criticado en la obra de Lafargue, el texto fue relegado hasta que tras la Segunda Guerra Mundial fue redescubierto para su reedición y reivindicación por sectores muy dispares,abandonando su condición de obra ideológica para convertirse en patrimonio universal".
Le atribuye a Lafargue un "estilo irónico". Veamos:
"Trabajen, trabajen, proletarios, para aumentar la riqueza social y sus miserias individuales; trabajen, trabajen, para que, volviéndose más pobres, tengan más razones para trabajar y ser miserables. Tal es la ley inexorable de la producción capitalista...". En vez de aprovechar los momentos de crisis para una distribución general de los productos y una holganza y regocijo universales, los obreros, muertos de hambre, van a golpearse la cabeza contra las puertas del taller. Con rostros pálidos, cuerpos enflaquecidos, con palabras lastimosas, acometen a los fabricantes: "¡Buen señor Chagot, dulce señor Schneider, dénnos trabajo; no es el hambre sino la pasión del trabajo lo que nos atormenta!". Y estos miserables, que apenas tienen la fuerza como para mantenerse en pie, venden doce y catorce horas de trabajo a un precio dos veces menor que en el momento en que tenían pan sobre la mesa. Y los
filántropos de la industria aprovechan la desocupación para fabricar a mejor precio"...los fabricantes recorren el mundo en busca de salida para las mercancías que se amontonan; obligan a su gobierno aanexar el Congo, a apoderarse de Tonkin, a demoler a cañonazos las murallas de la China, para allí sus telas de algodón".
" Los obreros no pueden comprender que al fatigarse trabajando, agotan sus fuerzas y las de sus hijos; que, consumidos, llegan antes de tiempo a ser incapaces de todo trabajo; que absorbidos, embrutecidos por un solo vicio, no son más hombres, sino pedazos de hombres; que matan en ellos
todas las facultades bellas para no dejar en pie, lujuriosa, más que la locura furibunda del trabajo".
"Como los loros de la Arcadia, repiten la lección de los economistas: "Trabajemos, trabajemos para incrementar la riqueza nacional". ¡Idiotas!
Es porque ustedes trabajan demasiado que la maquinaria industrial se desarrolla lentamente."
Vengamos de nuevo a Uruguay. El tema por el que se desviven por igual gobierno y oposición, más allá de los matices sobre que cosa decir y no decir y en donde, es sobre las inversiones extranjeras directas. Para eso se adecuan de una manera u otra las leyes laborales. impositivas, etc.
Como no hay mucho paño para cortar aquí, el gobierno empezó hablando de un proyecto de "país inteligente"
Un país inteligente no merece un gobierno idiota.
El lugar que tiene asignado Uruguay en el sistema mundial capitalista actual es el de proveedor de recursos naturales en un modelo extractivo, es decir, un modelo de mímima ulitización de fuerza de trabajo. Y en esos proyectos, la parte de fuerza de trabajo calificada necesaria se cubre con técnicos que traen del extranjero las empresas inversoras, y no con trabajadores locales.
No ha de extrañar entonces que el tema educativo, por ejemplo, encuentre los mismos problemas. No se puede hacer una educuación para un "mercado laboral" que no existe, o más claremente, para una supuesta demanda de "trabajo inteligente" que no tiene nada que ver con la demanda del proyecto
extractivista.
"País inteligente" es en primer lugar, país de gente inteligente. Y la gente inteligente no se mata trabajando, y no acepta ser condenada al trabajo que la mate. La gente inteligente tiene algo mejor para aportar, no a la demanda de los otros, sino a la demanda propia. La gente inteligente
se preserva a sí misma, porque ella misma es el valor a preservar.
La condición de trabajador que no quiere matarse trabajando no es una condición vergonzosa, todo lo contrario. Empecemos por valorarnos a nosotros mismos, y después hablamos.
El mundo que queremos crear no es un mundo en que el trabajador no tenga otra oportunidad sino matarse trabajando, y en el que su elección sea cuál patrón lo va a matar en el trabajo. La resistencia del trabajador al trabajo alienado, al trabajo en el que él no es nueño ni del producto, ni de las condiciones de trabajo, ni del proyecto, esa resistencia es un primer paso adelante.
Esa resistencia es un primer paso muy primario por parte del trabajador, y si no hay más es por carencia nuestra, de la expresión conciente (lo que debería ser "la izquierda") que tiene que ofrecer un proyecto político verdaderamente alternativo.
Franz Fanon, en "Los condenados de la tierra", lo plantreaba así: "el colono decía al colonizado: 'Muérete, pero que yo me enriquezca.' Ahora debemos proceder de otra manera. No debemos decir al pueblo: 'Muérete, pero que se enriquezca el país.'
Y si eso "es lo que hay valor", es que nosotros tenemos otros valores. Y decimos, el valor de lo que hay y lo que no hay. No tenemos ni entusiasmo ni valoración por trabajo esclavo.
Hace un tiempo los medios oficialistas promovieron una campaña para corregir supuestamente el lenguaje, suprimiendo la expresión "trabajar como negro"; tan poca seriedad tenía que debió ser encajonada sin más ruido al poco tiempo.
Fue la rebelión de los que se negaron a matarse trabajando lo que obligó a abandonar el trabajo esclavo, y pasar a otras formas de producción.
No nos matamos trabajando, no pretendemos que nos vengan matar, y lo bien que hacemos.
Fernando Moyano
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